Cuando lo vi por primera vez, en 1994, me fascinó este rincón en pleno Manhattan: el cementerio de la Trinity Church. Un pequeño camposanto en el corazón de la Gran Manzana en el que todo indica que el tiempo se ha detenido. Realmente ésa es la sensación que experimenté cuando me topé con este lugar entrañable.
Allí, como en otros rincones de Manhattan, es muy fácil desconectar del bullicio de la ciudad. Pero lo que hace este sitio peculiar es que es algo más que un espacio tranquilo en medio de la urbe. El cementerio de la Trinity Church dice muchas cosas. Lo primero, que el tiempo se ha detenido allí y que, a pesar del paso de las décadas en una ciudad trepidante y agresiva como ésta, dominada por las finanzas, este remanso de paz ha permanecido inalterable, como un regreso al pasado o, más bien, como si el pasado viniera al presente.
Pero este camposanto también revela otras sensaciones: a pesar de ser un cementerio, no me dió la sensación de ser un lugar fúnebre o triste, sino más bien un remanso de paz y belleza.
Finalmente, el hecho de que este lugar de descanso de difuntos esté en medio del bullicio me reveló que, por su provocadora resistencia al tiempo, es como si este espacio transmitiera mucha más vida de la que realmente tiene. Viendo la foto de arriba, veo las tumbas que hablan a las ventanas de los edificios próximos, como si fueran una llamada de atención a sus residentes a que tomen la propia vida en peso, ante la perspectiva de la muerte.
El cementerio de la Trinity Church es una de las mejores muestras que he visto de un rincón en el que la pervivencia del pasado es capaz de evocar y transmitir reflexiones sobre el sentido del tiempo, la fugacidad de la vida terrenal y la trascendencia a la que estamos llamados.
Trinity Church en Google maps
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